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Los repetidos improperios de Javier Milei contra los zurdos, los rojos, los comunistas o los socialistas han sido una constante de un discurso y un estilo con el que se ha posicionado ideológicamente. “El cancer de la humanidad es el socialismo”; “El Estado es el pedófilo en el jardín de infantes con los nenes encadenados y bañados en vaselina”; “Detrás del socialismo se esconde la envidia (…), el trato desigual ante la ley (…). Es la economía de los fracasados”.

Además del show mediático del personaje iracundo y el libertario talibán que lo llevó a la presidencia, Milei también ha demostrado su pragmatismo. En paralelo con su purismo ideológico, más compatible con la lógica amigo/enemigo que con la de adversarios y competidores, ha puesto en evidencia que los dogmas teóricos innegociables de su retórica fogosa, tienen un valor relativo a la hora de sopesar las conveniencias económicas, producto de los vínculos internacionales (la relación con China es un ejemplo del primado de las political expediencies por sobre las confrontaciones ideológicas)[1].

En 2021 Milei dijo: “filosóficamente soy anarcocapitalista, un ácrata” y “el estado es una solución tecnológica también en términos de cómo se organizó la sociedad”. Y añadió un pronóstico lastimosamente emparentado con la utopía marxiana compatible con la cosmovisión del XIX: “conforme la sociedad vaya avanzando en el progreso tecnológico (…), en el mundo ideal el estado desaparece (…), el estado es una organización violenta”. Marx pronosticaba que languidecería inexorablemente una vez suprimida la propiedad privada y, en consecuencia, desactivadas las clases.[2] El estado es una poderosa herramienta de dominación en manos de la clase prevaleciente (para él la burguesía capitalista), pergeñada para perpetuar, sobre todo, un régimen de propiedad. Cierto es que la aversión (teórica) de Milei no se funda en el desprecio a la burguesía, sino en la primacía del individuo, pero la repulsión a la síntesis casta/riqueza/poder es la misma. Aunque mitigó su anarcocapitalismo filosófico con el minarquismo, lo motiva la estado-fobia, una emoción violenta prevalente en marxistas, anarquistas y libertarios. Para los primeros, el estado es siempre ideológico (inclusive la dictadura transitoria) y la codicia burguesa no tiene solución; los segundos son detractores de cualquier autoridad. Los libertarios desconfían de cualquier entidad colectiva que pretenda subsumir y diluir al individuo, único ser real existente. Para Milei, el estado no es instrumento de la burguesía codiciosa, sino que está colonizado por la casta, que también emplea al estado para sus propósitos. En su caso, para la dominación y la asfixia del contribuyente y para su propia perpetuación en el poder. Recientemente en la CPAC en Camboriú cargó contra la casta y asoció riqueza y poder, pues “la riqueza es la ideología de los poderosos”. Por eso, “entre la mafia y el estado, prefiero la mafia. La mafia tiene códigos (…) la mafia cumple, la mafia compite”. Para Milei la temida cosa nostra y su omertá [3]son más confiables (y predecibles) que el estado argentino. Con 7 de cada 10 niños pobres, que nuestros senadores pudieran autoadjudicarse 9 millones de sueldo luce como la metáfora vergonzante del pedófilo en el jardín de infantes.

Cierto es que el anarquismo y el libertarianismo denostan el estado. Sin embargo, merece recordarse que tanto el anarquismo como la socialdemocracia alemana fueron, respectivamente, variante y revisión del marxismo. Deploraron las premisas del -así llamado- marxismo vulgar, y tomaron posiciones opuestas en relación a la naturaleza y el rol del estado. Mientras que las posiciones reformistas de la socialdemocracia abdicaron tanto de la revolución violenta (por innecesaria) como de la dictadura temporaria del proletariado (porque resultó no ser temporaria), las posiciones radicalizadas y antiautoritarias del anarquismo consignaban “ni dios, ni patrón, ni estado” (D´Auria, 2007). A comienzos del XX, el marxismo austríaco con Max Adler condenó el estado de transición del marxismo científico tildándolo de “terrorismo de un partido” (Ruiz Miguel, 1995). Finalmente, el Congreso Socialdemócrata de Bad Godesberg en 1959, abjuró de todas sus raíces teóricas marxistas y sentó sus bases en “la filosofía clásica, en el humanismo y en la ética cristiana” (Ruiz Miguel, 1995). La socialdemocracia se adaptó a la realidad de los hechos que pulverizaba los pronósticos de los marxistas ortodoxos. Primero los obreros sin destrezas, luego los trabajadores asalariados e inclusive profesionales con formación empezaban a engrosar las filas de los partidos de izquierda, no para tomar las armas, sino para ganar el voto y ocupar escaños en el parlamento. La vía pacífica del sistema democrático lucía como la mejor estrategia para las mejoras sociales.

El partido socialdemocrata sueco se mantuvo en el poder desde 1932 hasta 1976 y los éxitos de su gestión solo pueden ser negados a causa de la mala fe o por prejuicios descomunales (Berman, 2006). Con el triunfo del laborismo en Noruega en 2021, por primera vez tras 60 años el socialismo vuelve a prevalecer en las democracias del “modelo nórdico” como garante del bienestar, la igualdad y la moralidad pública. El único requisito imprescindible para que el socialismo prospere parece ser la rectitud de las costumbres públicas, cuyo emergente inmediato es la calidad ética de los funcionarios públicos, procedentes “del gran conjunto de la sociedad” (Madison, Hamilton, Jay, 39). Además del caso de Noruega en 2021, en julio de este año el partido laborista inglés con Keir Starmer recuperó el poder alcanzando una mayoría absoluta tras 14 años de prevalencia conservadora. El estancamiento de la economía que los conservadores no pudieron revertir, la situación crítica de los servicios públicos como la salud y la educación, no menos que los escándalos de B. Johnson durante la pandemia y los pronósticos incumplidos del Brexit, explican la deserción de muchos de sus adeptos.

Las mentes liberales y economicistas detractoras del socialismo podrían sorprenderse al descubrir los vínculos del partido laborista inglés con la Sociedad Fabiana[4], establecida “For the Betterment of Society[5]. Los fabianos ingleses no abrevaron de las teorías de Marx, sino de las asociaciones obreras como los Trade Unions y el cartismo inglés desde 1825 y 1838 respectivamente. De las filas fabianas proceden no solo el financiamiento inicial, sino los profesores fundadores de la London School of Economics en 1895. [6]  Sidney y Beatrice Webb, dos fabianos “pioneros sociales y económicos”, administraron el legado de Henry Hunt Hutchinson, cuyo patrimonio debía usarse “para el mejoramiento de la sociedad”. Friederik von Hayek ocupó una cátedra en la LSE de 1931 a 1950 y numerosos jefes de estado fueron exalumnos o docentes.[7]

La furia de los ácratas podría morigerarse con solo observar algunos aspectos del modelo nórdico. El caso antedicho de Noruega, con una sola cámara desde 2007 y un mecanismo de enmienda refractario a la representación fiduciaria y proclive al mandato, es un claro ejemplo de gobierno popular.[8] Cierto es que este pujante estado de bienestar descansa en los más de 60 yacimientos de petróleo en el Báltico, pero la transparencia de la gestión pública y la total ausencia de privilegios nos enseñan que la moralidad pública es el mejor antídoto contra la casta. “Más o menos estado” es un tópico de discusión y de decisión políticas. O sea, es opinable. De lo que estamos seguros es de que las potenciales bondades del socialismo se malogran cuando la casta emplea el término como pantalla para el saqueo y la usurpación.

Cuando aun no era candidato Milei describió su naturaleza operística, excesiva y ampulosa: “Tomá un personaje de Puccini, sacalo a la vida real y ese soy yo”. Pero el superhéroe de historieta con que también se identificó, podría cuadrar mejor: “Soy el general AnCap (anarcocapitalista). Vengo de Liberland, una tierra creada por el principio de apropiación originaria del hombre (…). Mi misión es cagar a patadas en el culo a keynesianos y colectivistas hijos de puta”. Los rindes políticos de sus groserías son discutibles y, como enseñó Maquiavelo, la fortuna favorable de los tiempos de campaña podría haberse acompasado con su proceder impetuoso, resolutivo, desmesurado (y mal educado). Pero cuando los tiempos y las circunstancias cambian, el político debe “mudar su naturaleza” y volverse cauto, precavido, discreto (y educado), so pena de caer en desgracia. Esa es su virtú.

Bibliografía

Berman, S. “The Swedish Exception”, en The Primacy of Politics: Social Democracy and the Making of Europe´s Twentieth Century, Cambridge University Press, 2006; pp. 152-176.

Bobbio, N., Ni con Marx ni contra Marx, México, FCE, 1999.

Cole, G. D. H., Historia del pensamiento socialista. II Marxismo y anarquismo, 1850-1890, FCE, 2020.

D´Auria, A., “El ideario anarquista”, en D´Auria, A. (et al.) El anarquismo frente al derecho, Buenos Aires, Anarres, 2007; pp. 11-49.

Ruiz Miguel, A., “La socialdemocracia”, en Vallespín Oña, F. (coordinador), Historia de la teoría política, Vol 4, 1995; pp. 212-261.

https://presenterse.com/javier-milei-creo-en-los-individuos-en-el-orden-espontaneo-y-el-autogobierno/#

https://fabians.org.uk.

https://www.lse.ac.uk/about-lse/our-history.


[1] Nos referimos al alivio financiero obtenido por la renovación del “swap” por U$S 5000 hasta julio de 2026, después de afirmar que “no haría tratos con comunistas”.

[2] Para Marx, la clase es una entelequia, real y objetiva (cuando en realidad es una categoría de análisis). No concebía una clasificación de otra índole que no fuera propietarios (y opresores) vs desposeídos (y víctimas oprimidas). Al respecto, merece retornar a la obra de P. Furbank, Un placer inconfesable o la idea de clase social, y su crítica de la categoría de clase social en Marx.

[3] El término alude a la ley del silencio. Un código de honor inviolable que impide informar sobre actividades delictivas, demostrando absoluta lealtad.

[4] Véase el sitio de la Fabian Society. https://fabians.org.uk.

[5] Tomaron su nombre del general romano Quinto Fabio Maximo, cuya estrategia para vencer a Anibal no era un ataque masivo frontal y violento, sino de a poco, diezmando las fuerzas enemigas paulatinamente. De este modo, creían los fabianos, se irían obteniendo sin violencia, pero con un activismo sostenido, los derechos sociales y políticos. El derecho al voto para los trabajadores asalariados a partir de 1918 resultó ser la manera adecuada de actuar dentro del sistema, por medios pacíficos. Los laboristas obtuvieron su primer triunfo electoral en 1824.

[6] Véase el sitio de la London School of Economics. https://www.lse.ac.uk/about-lse/our-history.

[7] Además de F. von Hayek y de A. Zen en Economía, la London School of Economics cuenta con 18 premios Nobel. Entre ellos, George Bernard Shaw y Bertrand Russell, en Literatura.

[8] El artículo 121 de la Constitución establece que las propuestas de reformas deberán presentarse durante el primer, segundo o tercer año del siguiente mandato. Significa que siempre habrá una elección parlamentaria entre la presentación de una enmienda propuesta y la decisión de adoptarla o no, lo que permite al electorado dar a conocer sus opiniones. Se requiere una mayoría de dos tercios para adoptar una enmienda, y al menos dos tercios de los miembros deben estar presentes en la Cámara para votar sobre cualquier cuestión constitucional. Véase: https://www.stortinget.no/en/In-English/About-the-Storting/

Comentario

  • Alejandra Salinas dice:

    Buen artículo para el debate, Elisa! Concuerdo en que «la moralidad pública es el mejor antídoto contra la casta»: el problema es cómo proceder en ausencia de moralidad pública. El liberalismo propone que el Estado sea lo más limitado posible para no tentar a los «inmorales», tentación que aumenta considerablemente bajo el socialismo marxista o fabiano.

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